El motor de generación en generación

Siempre he sido un gran fanático de los coches, una pasión que me viene de familia. Fue mi abuelo el que empezó a ver el coche como algo más que un sistema de transporte. Por su trabajo entendía bastante de mecánica y disfrutaba tratando de entender todos los entresijos de los motores.

Ya siendo bastante mayor, mi abuelo empezó a hacer sus pinitos como piloto en algunas carreras amateurs. Aquello no era Fast and Furious, pero según él sí que había cierta piquilla entre los amigos. De todas formas, por la época, los coches tampoco alcanzaban velocidades supersónicas…

El testigo lo recogió mi padre que en cuanto pudo miró coches de segunda mano baratos para hacerse con un prime ‘buga’. En su época, las películas procedentes de Estados Unidos ya conquistaban todo el mundo y también España y en muchas de ellas los coches eran protagonistas principales. Así empezó a conectar con los coches americanos, pero, de momento, se tuvo que contentar con un utilitario francés de segunda mano.

Yo no llegué a conocer aquel coche, aunque lo vi por fotos. En ellas ya se veía a mi padre más que feliz posando con su Citröen GS. Él también estaba interesado en lo relacionado con la mecánica y desde bien joven ya estuvo metido en la competición, primero como mecánico de apoyo y luego pilotando. No llegó a ser Senna, pero disfrutó mucho hasta que tuvo que centrarse en la familia y dejó un poco apartado el mundo de los coches.

Y después llegué yo, que pasé casi por las mismas fases que mi abuelo y mi padre, aunque tengo que decir que yo no heredé tanto el interés por la mecánica. Soy más de ‘letras’ pero adoro sentarme al volante de un buen coche. Pero los tiempos no han dado para muchas alegrías financieras y no me he podido comprarme el Lamborghini, así que miré coches de segunda mano baratos y compré mi primer buga. Algo no demasiado ostentoso pero estiloso y rápido. La competición también me interesa, no pretendo llegar a ser Fernando Alonso, pero al menos a mantener la tradición familiar.