La habitación del hijo

Dicen que cuando un bebé entra en casa todo cambia. Ahora yo ya puedo opinar sobre ello y diré: todo cambia, pero todo, todo. Creo que a muchos padres primerizos nos sucede que pretendemos seguir con nuestras cosas como si nada, con los mismos horarios, las mismas fórmulas de ocio, la mismas rutinas… hasta que te das de bruces con la realidad. Y la realidad es que un niño lo cambia todo y o te adaptas… o te adaptas.

Cuando yo anuncié mi paternidad, un buen amigo me dijo que él no lo tenía nada claro con el tema, que no quería renunciar a sus torneos de pádel, por ejemplo. En aquel momento yo le dije que no debía ser para tanto. Si tuviéramos la conversación ahora, un año y medio después, le respondería: ‘si, tío, olvídate del pádel’.

En este momento, estamos en la fase de que el niño se ‘independice’. O sea, todavía no le vamos a echar de casa con un año, sino que lo que queremos es que empiece a dormir solo en su habitación: pasar la cuna a otra habitación y que sus papis vuelvan a dormir solos. Ya tenemos, desde hace tiempo, preparada la decoración del espacio. Hemos colocado unas  letras en vinilo son su nombre y también hemos usados vinilo para unos dibujos muy divertidos de animales de la jungla. Ha quedado estupendo, aunque me temo que él es demasiado pequeño para disfrutar del diseño de interiores…

Que el niño duerma solo en su habitación tiene beneficios innegables pero también tiene sus desventajas. Nuestro hijo no suele dormir más de 2 horas seguidas, es su media habitual: cada dos horas se despierta y hay que (re) dormirlo, porque todavía no duerme solo. Si está en otra habitación, o mi mujer o yo tenemos que ir hasta allí para hacer la operación y quieras que no, uno se desvela más saliendo de la cama.

Pero en fin, la habitación ha quedado muy bien con sus letras en vinilo, es muy agradable de ver, y tendremos algo que hacer mientras le dormimos, a las 2 de la mañana, y a las 4 y a las 6, etc.