En el outlet

Tengo una relación un tanto ambigua con los centros comerciales: cuando llega el fin de semana me apetece pasarme por uno, pero cuando llevo allí 20 minutos ya me apetece marchar. Pero a mi mujer con 20 minutos no le da para nada, así que toca resistir, por el bien común.

El último fin de semana fuimos a uno de los outlets más famosos de la ciudad. Siempre suele haber mucha gente, así que yo imploré a mi mujer que, por favor, fuésemos por la mañana, al menos, para evitar la muchedumbre en las dos primeras horas y dejar “lo más gordo” antes de que ya no puedas mirar nada con tranquilidad. Pero no pudo ser: una serie de contratiempos nos llevaron a entrar en el outlet a la misma hora que todos los demás. La cosa empezaba mal.

Nos separamos para peinar más extensión del outlet. Cuando yo había cubierto casi la primera planta del centro comercial, recibí una llamada de mi mujer: “¿puedes acercarte al probador que estoy con unos Jerseis mujer pero no son la talla que necesito?” Mientras yo ya había estado en unas diez tiendas, ella no había salido de la primera. Increíble: la “fiesta” no había hecho más que empezar.

Así es que estuve ayudándola a probar jerseis un buen rato. Es verdad que a la hora de probar ropa uno se maneja mejor con un ayudante para el tema de las tallas, así que cumplí mi labor lo mejor que pude. Cuando terminamos, o eso pensaba yo, nos dirigimos a la caja a pagar la compra cuando pasamos al lado de una colección que, al parecer, todavía no había visto. Me dio los Jerseis mujer que iba a comprar, me dijo que fuera a pagar yo mismo, que ella quería echar un vistazo a “dos o tres más”.

Sé que quizás no me creeréis cuando digo que en dos horas solo estuvimos en una tienda: pues así fue. Casi había llegado la hora de comer y “solo” nos quedaban una veintena de tiendas por mirar: así que me puse a echar un vistazo a un partido de la liga alemana en el móvil. Cualquier cosa para relajar un poco cerebro entre tanto probador.