Aquellos maravillosos años 

Cuando les decía a mis amigos que íbamos de camping, ellos me miraban raro. Era aquella época en la que todos tenían un ‘pueblo’ al que ir, un pueblo con casa, que, generalmente, pertenecía a los abuelos y/o había sido heredada por los padres. Pero yo no tenía ni casa en el pueblo, ni pueblo. Pero lo que sí tenía era una caravana. Y bien felices que éramos. 

De hecho, en el principio de los tiempos ni siquiera teníamos caravana, íbamos de camping en tiendas, como si estuviéramos en un vivac del Dakar. Los primeros campings ni siquiera estaban catalogados como tal, eran acampadas improvisadas al filo de la ley. Desde luego, eran otros tiempos. Pero pronto mis padres decidieron ‘reinsertarse’ y pensaron en algo un poco más ‘sólido’ para nuestras vacaciones de verano: y fue cuando empezaron a mirar caravanas de tres ambientes de segunda mano.

Nunca fuimos millonarios (supongo que si lo hubiéramos sido no iríamos de camping) por lo que tampoco estábamos en situación de comprar una gran caravana nueva. Pero como éramos una familia numerosa necesitábamos un gran espacio para no vivir apretujados todo el verano. Además, si la idea era empezar a ir a un camping ‘de verdad’ lo suyo era comprar una caravana en condiciones y dejarnos de tiendas de campaña.

Tras seleccionar unas cuantas caravanas de tres ambientes de segunda mano, nos decidimos por una que estaba seminueva pero cuyo precio era suficientemente inferior a las nuevas para entrar dentro de nuestro presupuesto. Y el primer verano fue un ir de aquí para allá recorriendo diversos rincones de España. Ahora que lo pienso, no entiendo cómo aguantábamos aquel ritmo, pero es lo que tiene empezar a hacer algo: siempre se comienza como mucha intensidad. 

Lo cierto es que casi siempre que se habla del pasado se tiende a idealizarlo, sobre todo cuando se trata de la niñez o la juventud. Y, desde luego, no fue todo de color de rosa en aquella época, pero sí nos sentíamos libres y en contacto con la naturaleza. Era una vida sencilla y saludable en la que no había tantos agobios como ahora. Nos conformábamos con poco Y eso sí lo echo de menos.